Fabricar en Estados Unidos, como lo exige Donald Trump, elevaría el precio del iPhone, hasta los tres mil quinientos dólares, un aumento del doscientos cincuenta por ciento respecto a modelos actuales. CORTESIA: Freepik
Este viernes, el presidente Donald Trump sacudió los mercados globales con dos publicaciones en Truth Social: un ultimátum a Apple para fabricar iPhones en Estados Unidos, con una tarifa del veinticinco por ciento si incumple y un impuesto del cincuenta por ciento a todas las importaciones de la Unión Europea (EU, por sus siglas en inglés) a partir del 1 de junio.
Los anuncios, escritos con la vehemencia característica del mandatario, exponen una estrategia comercial que prioriza la presión sobre la diplomacia, incluso con aliados históricos.
“Nuestras discusiones con ellos [la EU] no van a ninguna parte”, justificó Trump, criticando la lentitud de las negociaciones. La medida contrasta con el trato a China, cuya tasa arancelaria se redujo al treinta por ciento este mes para facilitar diálogos.
Para el líder republicano, la solución es clara: “No habrá aranceles si los productos se fabrican aquí”.
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La amenaza a Apple llega días después de una reunión entre Trump y Tim Cook, CEO de la empresa.
Según el mandatario, ya había advertido a Cook sobre la necesidad de trasladar la producción de iPhones desde India y otros países asiáticos, pero analistas como Dan Ives de Wedbush Securities estiman que fabricar en Estados Unidos elevaría el precio del iPhone hasta los tres mil quinientos dólares, un aumento del doscientos cincuenta por ciento respecto a modelos actuales.
La respuesta de Apple ha sido pragmática: acelerar el traslado de ensamblaje a India y Vietnam, donde ya produce el cincuenta por ciento de los iPhones vendidos en Estados Unidos.
Sin embargo, expertos señalan que desmantelar cadenas de suministro arraigadas en Asia —especialmente en China— tomaría años y billones de dólares.
“Es una fantasía, un cuento de hadas”, sentenció Ives en un informe.
Mercados en caída y críticas europeas
Las bolsas reaccionaron con nerviosismo: el S&P 500 cayó un uno por ciento tras los anuncios, reflejando la sensibilidad de los inversores a la retórica trumpista. Mientras, la UE enfrenta su propio dilema y aunque Bruselas insiste en que el déficit comercial bilateral se equilibra incluyendo servicios, como finanzas y tecnología, Trump centra su queja en los bienes: “Un déficit inaceptable de más de doscientos cincuenta millones de dólares anuales”.
Johann Wadephul, ministro de Relaciones Exteriores alemán, calificó los aranceles de “dañinos para todos” y pidió negociaciones, pero economistas como Marcel Fratscher, del Instituto Alemán de Investigación Económica, critican la estrategia europea: “La vacilación de la UE se percibe como debilidad”.
Para Mary Lovely, del Peterson Institute, los aranceles del cincuenta por ciento son una “táctica de presión” para forzar concesiones, sin embargo, advierte que esta aproximación erosiona la credibilidad de Estados Unidos como socio comercial: “Opera por capricho, no por reglas”.
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El historial de Trump con Apple ilustra su volatilidad, pues tras elogiar en febrero una inversión de quinientos mil millones de dólares de la empresa en inteligencia artificial, ahora la acusa de “traicionar” al trasladar producción a India.
“Le dije a Cook: ‘No quiero que construyas allí’”, reveló en un mitin.
Analistas como Ben Wood de CCS Insight destacan otro desafío: la imprevisibilidad. “Los cambios pueden ocurrir de la noche a la mañana, descarrilando cualquier plan”, señaló. Esta incertidumbre afecta no solo a Apple, sino a empresas globales que intentan navegar entre aranceles, cadenas de suministro fragmentadas y presiones políticas.
Mientras Trump insiste en que las tarifas “protegerán empleos”, críticos señalan que los costos recaerían en consumidores estadounidenses y Cook ya advirtió que los aranceles podrían costarle a Apple novecientos millones de dólares este trimestre, un golpe a sus márgenes estrechos.
En Bruselas y Cupertino, la pregunta es la misma: ¿Hasta dónde llegará esta guerra comercial? Y por ahora, Trump parece dispuesto a subir la apuesta, aunque el mundo pague el precio.