El interés por nuestros antepasados ha hecho posible que se desarrolle toda una industria de estudios genéticos sobre nuestra ADN y saber de dónde venimos; Alex Haley escribió el libro Raíces, (Roots) al no saber de dónde venía después de la esclavitud donde se les había cambiado el nombre a los esclavos africanos por el nombre del esclavista europeo.
El problema para nosotros originarios de este continente reside en que, al arribar los españoles y los portugueses con la cruz en una mano y la espada en la otra, nos bautizaron a la fuerza con el fierro del hacendado en la frente y en el hombro a las doncellas hermosas. El fierro con el que hierran a las bestias marcaba para siempre el nombre del amo como un legado que cargamos hasta ahora y si te preguntan cómo se llamaba tu bisabuelo indígena o tu tatarabuela indígena no vas a saber.
Lo que vas a saber es que te apellidas Hernández, Fernández. Loya, Estrada, etcétera.
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Y seguimos cargando con el olor de la carne achicharrada en nuestra piel para olvidarnos para siempre de nuestro verdadero nombre.
Ese legado aun sobrevive simbólicamente al sacar el registro civil para casarse o en la iglesia donde generalmente la mujer adquiere el apellido del esposo y este simbólicamente hierra a la esposa con su nombre y la laza para atraparla y ponerle la argolla en el dedo para que no escape y todo el mundo sepa a quien pertenece.
Como ven seguimos cargando con nuestro pasado esclavista y colonial, así trabaja el colonialismo económico y cultural en nuestro presente aun después de 533 años de la invasión europea.
Recientemente participé en una clase de periodismo en una escuela charter de high schooly con pocas excepciones los jóvenes estudiantes solo sabían que sus abuelos o sus papas venían de México, Venezuela, o Cuba.
Algunos de piel morena oscura ni siquiera sabían de qué país eran sus padres y al preguntar si sabían que naciones indígenas existían en su territorio apenas un par de estudiantes sabían que el territorio de donde venían es Yaqui, Rarámuri, o Purépecha.
Ellos solo se identificaban como hispanos o latinos y ni siquiera sabían el porqué, como estoy seguro muchos de los lectores tampoco saben el origen colonial de la palabra hispano/a o latino/a.
No es culpa de los jóvenes que sus maestros también vienen de mentes colonizadas por los españoles, los franceses, los ingleses, etc. de hecho uno de ellos dijo que no era ni latino ni hispano que era American, “Porque era American Citizen”.
Los jóvenes no decían mucho porque nunca les habían dicho que no, en realidad no eran ni latinos, ni hispanos, ni americanos y sus raíces procedían de naciones y pueblos originarios.
Los de Michoacán aprendieron que en Michoacán todavía están los pueblos Purépecha, que en Chihuahua todavía están los Rarámuri, y los Ndee (Apache).
Los de Sonora se dieron cuenta que sus ancestros eran Yaqui, y los de Sinaloa eran Mayos. Los de Guadalajara y Nayarit se dieron cuenta que sus antepasados son Kora y los de Guadalajara Wixarika conocidos como Huicholes.
Les explique que el espíritu del “espejo humeante”, Tezcatlipoca está dentro de nosotros porque nosotros también somos fuego y nuestro fuego se conecta con el fuego sagrado cuando enciendes una hoguera o cuando caminas bajo el sol sobre la faz de la tierra.
Y ese espejo es nuestra memoria que nos conecta con aquellos abuelos que los colonizadores trataron de borrar de nuestra mente y espíritu para mentirnos y convertirnos a su imagen con el fin de exprimir el fruto de nuestro trabajo hasta la últimagota de sangre y sudor.
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Sin embargo, los pueblos originarios todavía resisten y la “conquista” para ellos no triunfo.
Quizás los sistemas capitalistas han impuesto su imperio sobre estas tierras, pero los pueblos siguen luchando desde Alaska hasta la Patagonia y ahora nos toca a nosotros educar a nuestros hijos o aprender nosotros mismos.












