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Chandler rechaza centro de datos para Inteligencia Artificial

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La ex senadora Kyrsten Sinema reapareció en la escena política como representantes del desarrollador del centro de datos que fue rechazado por el concilio de Chandler. FOTO: City Government of Chandler, Arizona

La ciudad de Chandler, en Arizona, se convirtió en un símbolo nacional de resistencia local al rechazar por unanimidad un megaproyecto de centro de datos de inteligencia artificial; este caso, que enfrentó a una comunidad con grandes consorcios tecnológicos y presiones políticas, destapa la tensión entre la carrera global por la supremacía en esta tecnología y sus impactos locales. 

Los opositores al proyecto de Active Infrastructure argumentaron que este consumiría recursos vitales como agua y energía:

“Sabemos que estas empresas multimillonarias no van a ser las que paguen la factura, el costo se va a transferir a los ciudadanos”, dijo Karly Barksdale, una maestra residente en Chandler.

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La inquietud de los residentes de Chandler refleja una crisis nacional, ya que el auge de los modelos de inteligencia artificial requiere centros de datos masivos que consumen electricidad a un ritmo sin precedentes.

Según estimaciones del Departamento de Energía, la demanda de estos centros podría casi triplicarse en tres años. 

En Arizona, esta presión es evidente en las solicitudes de aumento tarifario de las principales compañías eléctricas; Arizona Public Service solicitó ante la comisión estatal un incremento del catorce por ciento para 2026, señalando la demanda “sin precedentes”.

Esta dinámica no se limita a Arizona, pues las empresas tecnológicas han invertido billones de dólares en infraestructura, generando un auge económico pero también enormes desafíos ambientales.

Un análisis publicado en Nature Communications advierte que la ubicación en regiones con escasez de agua agravará su impacto. 

Pese a las promesas corporativas de sostenibilidad, el estudio concluye que son insostenibles frente a las necesidades reales de energía y agua, una preocupación central para los habitantes de Chandler.

En este contexto, el presidente Donald Trump firmó una orden ejecutiva para crear un “marco nacional único” que impida la regulación estatal sobre la inteligencia artificial; “no puede ser exitoso a menos que tengan una fuente de aprobación o desaprobación”, declaró Trump. 

La orden, que califica la regulación estatal como un “estorbo excesivo”, crea un grupo de trabajo para monitorear y desafiar leyes locales en los tribunales, argumentando que un mosaico de cincuenta regulaciones pondría a Estados Unidos en desventaja.

Esta ofensiva federal encontró un eco en el fallido proyecto de Chandler y la exsenadoraKyrsten Sinema, lobista del desarrollador, advirtió a los funcionarios locales que “cuando llegue el derecho preferente de compra federal, ya no tendrán ese privilegio” de decidir. 

Sinema aseguró trabajar “codo con codo con la administración Trump” para preparar la “dominación estadounidense de la inteligencia artificial”, intentando influir en la votación local con argumentos de política nacional.

Sin embargo, el voto unánime del concejo de Chandler demuestra que la infraestructura clave de esta tecnología aún depende de gobiernos locales; la comunidad se organizó rápidamente, con residentes tocando puertas y enviando postales. 

La oposición logró que más de doscientos comentarios se opusieran al proyecto frente a solo ocho a favor, mostrando una movilización ciudadana efectiva que priorizó los recursos comunitarios sobre la retórica del progreso tecnológico indiscriminado.

A nivel ambiental, los problemas persisten, pues la Agencia de Protección Ambiental(EPA, por sus siglas en inglés), bajo la administración Trump, ha priorizado la revisión acelerada de nuevos productos químicos para centros de datos y esto preocupa a expertos, que temen la aprobación rápida de sustancias peligrosas. 

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Mientras, la necesidad de energía confiable para los centros de datos ha llevado a empresas a apostar por el gas natural y a posponer sus objetivos de carbono neutralidad, según reconocieron empleados de las compañías eléctricas.

El caso de Chandler revela así la compleja encrucijada de la era de la inteligencia artificial, donde comunidades que defienden sus recursos, una industria que consume energía a un ritmo insostenible, y un gobierno federal decidido a eliminar barreras regulatorias para ganar una carrera geopolítica. 

El futuro de esta tecnología, como demostró esta ciudad de Arizona, se definirá no solo en los servidores, sino en el difícil equilibrio entre innovación, comunidad y sostenibilidad.

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