El Parkinson es la enfermedad neurodegenerativa de más rápido crecimiento en el mundo. Foto: Generada con Gemini de Google.
Un aumento global sin precedentes sitúa al Parkinson como la enfermedad neurodegenerativa de más rápido crecimiento en el mundo, las proyecciones indican que los casos superarán los 25 millones para 2050, duplicando con creces la cifra de 2021.
Este incremento, que supera la tasa del Alzheimer, representa una carga inmensa para las personas, sus familias y los sistemas de salud pública y en Estados Unidos, los diagnósticos anuales han aumentado un 50%, alcanzando casi 90,000 nuevos casos cada año.
El neurólogo Michael Okun, director médico de la Parkinson’s Foundation, advirtió sobre esta tendencia: “En este momento crece como enfermedad neurodegenerativa más rápido que la enfermedad de Alzheimer; eso debería captar la atención de todos”.
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Esta condición, descrita inicialmente en 1817 como “parálisis agitante”, es mucho más que un trastorno del movimiento y se caracteriza por la pérdida progresiva de neuronas productoras de dopamina en el cerebro, un neurotransmisor clave para el movimiento, la motivación y la regulación emocional.
La visión científica actual entiende el Parkinson como una enfermedad multisistémica.
“Se vuelve obvio, absolutamente obvio, cuando ves a las personas con la enfermedad, que esto no es solo una enfermedad de la dopamina; no es solo una enfermedad del cerebro”, explicó Okun.
“La vemos en el intestino, la vemos en la piel, la vemos en múltiples órganos”, agrega.
Esta comprensión ampliada ha dirigido la investigación hacia causas más complejas y diversas que la mera predisposición genética.
Aunque los factores hereditarios son relevantes en entre el 10% y el 15% de los casos, la evidencia apunta cada vez más hacia las toxinas ambientales como desencadenantes fundamentales.
“Para muchos otros, la causa subyacente de la enfermedad podría ser más mundana e insidiosa: toxinas ambientales a través del aire que respiramos, el agua que bebemos, los alimentos que consumimos”, indicó Okun.
Esta perspectiva abre la puerta a la prevención activa mediante la reducción de la exposición a estos contaminantes.
Frente a este escenario, expertos como Okun proponen estrategias prácticas basadas en la evidencia para reducir el riesgo.
En su libro “The Parkinson’s Plan”, coescrito con el doctor Ray Dorsey, detalla una serie de recomendaciones; estas son sus cinco consejos fundamentales.
- El primero es beber agua limpia utilizando un filtro de carbono en el grifo de la cocina.
“Un simple filtro de carbono puede reducir los tóxicos invisibles que se cuelan en el agua potable”, explicó Okun, destacando que esto alivia la carga química diaria del cerebro y el intestino.
- La segunda recomendación es respirar aire limpio en espacios interiores mediante el uso de purificadores con filtros de carbón.
“Eliminar las partículas finas del aire interior protege la vía nariz-cerebro que puede sembrar el Parkinson”, afirmó.
Estos dispositivos ayudan a eliminar compuestos orgánicos volátiles como el tricloroetileno, un químico industrial vinculado a la enfermedad.
- Como tercer pilar, Okun insiste en comer alimentos limpios, lavando minuciosamente frutas y verduras.
“Enjuagar y frotar sus productos ayuda a eliminar los residuos de pesticidas que pueden dañar silenciosamente las mitocondrias con el tiempo”, señaló.
Recomienda un lavado de más de 20 segundos para reducir eficazmente la exposición a estos agentes.
- El cuarto consejo es mantener el cuerpo en movimiento con ejercicio diario.
“Haga ejercicio todos los días, usando cuatro caminatas de 20 minutos (alrededor de 7,000 pasos)”, comentó Okun.
“El movimiento activa los circuitos naturales de dopamina, mejora la movilidad y posiblemente puede ralentizar la progresión de los síntomas”.
Para quienes tienen problemas de equilibrio, sugiere una bicicleta estacionaria reclinada como alternativa segura.
- Finalmente, priorizar un sueño suficiente y de calidad es el quinto hábito esencial.
“El sueño profundo activa el sistema de limpieza incorporado del cerebro, eliminando toxinas”, dijo Okun.
“Proteger el sueño es proteger la salud cerebral, especialmente cuando se vive con párkinson o se busca prevenirlo”.
Un sueño reparador permite la limpieza de desechos neuronales que podrían acumularse.
Además de estos pilares, otros hábitos como el consumo moderado de café o té con cafeína están asociados consistentemente con un menor riesgo, ya que se cree que protegen las células nerviosas.
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El mensaje central de los expertos es esperanzador: “Ahora tenemos una gran oportunidad de entender que no tenemos que vivir en un mundo donde pensemos que es inevitable tener párkinson”, afirmó Okun.
La combinación de conciencia pública, políticas que regulen los contaminantes y acciones individuales informadas podría cambiar la trayectoria de esta pandemia silenciosa.











