El incremento en el consumo de alcohol durante las fiestas no siempre responde al deseo de beber, sino a factores como la presión social, el estrés emocional y las expectativas culturales. Foto: Generada con Gemini de Google
La temporada navideña y de fin de año suele asociarse con celebración, convivencia y momentos de descanso; sin embargo, también es un periodo en el que el consumo de alcohol aumenta de manera significativa.
Durante diciembre, las bebidas alcohólicas se convierten en un elemento habitual de reuniones familiares, posadas y fiestas, lo que eleva los riesgos para la salud y la seguridad, especialmente cuando no se consume con moderación.
Diversos especialistas en salud advierten que el incremento en el consumo de alcohol durante las fiestas no siempre responde al deseo de beber, sino a factores como la presión social, el estrés emocional y las expectativas culturales.
En muchos entornos, el alcohol se normaliza como parte central de la celebración, lo que dificulta que las personas identifiquen sus propios límites y tomen decisiones conscientes sobre cuánto están bebiendo.
El estrés característico de estas fechas, derivado de compromisos familiares, gastos adicionales y dinámicas personales complejas, puede llevar a algunas personas a utilizar el alcohol como una forma de evasión o alivio momentáneo.
Sin embargo, lejos de resolver los problemas, el consumo excesivo puede intensificar la ansiedad, afectar el estado de ánimo y generar conflictos interpersonales.
Además, en personas con condiciones médicas preexistentes, el alcohol puede agravar síntomas y provocar complicaciones inesperadas; desde el punto de vista físico, el abuso de alcohol durante las celebraciones se asocia con un mayor riesgo de accidentes, caídas, lesiones e intoxicaciones.
Médicos también han advertido sobre el llamado “síndrome del corazón festivo”, un conjunto de alteraciones cardíacas que pueden aparecer tras periodos de consumo elevado, incluso en personas que no padecen enfermedades del corazón.
Estas situaciones suelen agravarse cuando el alcohol se combina con comidas abundantes y falta de descanso.
A nivel social, las autoridades refuerzan durante esta temporada las campañas de prevención para evitar la conducción bajo los efectos del alcohol, ya que los accidentes viales aumentan considerablemente en diciembre.
Planear con anticipación cómo regresar a casa y evitar manejar después de beber son medidas esenciales para proteger la vida propia y la de los demás.
Medirse en el consumo de alcohol implica desarrollar una mayor conciencia sobre el propio cuerpo y las circunstancias en las que se bebe.
Beber lentamente, alternar el alcohol con agua u otras bebidas sin alcohol y evitar hacerlo con el estómago vacío son prácticas que ayudan a reducir sus efectos.
Asimismo, establecer un límite antes de comenzar una reunión y respetarlo puede marcar una diferencia importante.
La hidratación es otro factor clave, ya que el alcohol favorece la pérdida de líquidos y puede intensificar el malestar físico posterior y mantener un consumo adecuado de agua ayuda al organismo a procesar mejor el alcohol y reduce algunos de sus efectos negativos.
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Del mismo modo, aceptar bebidas sin alcohol o decidir no beber también es una opción válida que cada vez cuenta con mayor aceptación social.
En última instancia, moderar el consumo de alcohol durante las fiestas decembrinas no significa renunciar a la celebración ni a la convivencia.
Se trata de priorizar la salud, la seguridad y el bienestar, para que las fiestas se recuerden como un momento de alegría y conexión, y no por consecuencias que pudieron evitarse con decisiones responsables.
