La operación, bautizada “Lanza del Sur”, ya incluye al menos 30 ataques contra embarcaciones presuntamente narcotraficantes, con un saldo de más de 100 fallecidos, una reciente investigación del New York Times descubrió que entre los residuos de una de las naves atacadas, no había rastros de fentanilo, solamente porciones de mariguana. CORTESIA: US Department of War / Facebook
Al menos 30 embarcaciones han sido detonadas, causando 100 muertes y marcando un punto de inflexión peligroso
El presidente Donald Trump confirmó un ataque con drones contra un muelle en la costa venezolana, una operación que según reportes fue ejecutada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés); este hecho representa la primera incursión militar estadounidense conocida en territorio venezolano y expande dramáticamente una campaña iniciada meses atrás.
La acción, descrita por Trump como contra una “zona de atraque donde cargan los botes con drogas”, ocurrió aparentemente sin víctimas al estar el lugar vacío, pero su simbolismo es enorme.
Este ataque terrestre es la última fase de una escalada constante; desde agosto, Estados Unidos ha desplegado la mayor armada en el Caribe en décadas, con portaaviones, destructores y miles de efectivos frente a las costas venezolanas.
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La operación, bautizada “Lanza del Sur”, ya incluía al menos 30 ataques contra embarcaciones presuntamente narcotraficantes, con un saldo de más de 100 fallecidos, una reciente investigación del New York Times descubrió que entre los residuos de una de las embarcaciones atacadas, no había rastros de fentanilo, solamente porciones de mariguana.
Trump y su secretario de Defensa, Pete Hegseth, justifican las acciones como un “conflicto armado” contra carteles que envenenan a Estados Unidos.
Esta agresiva postura militar contrasta con las reiteradas promesas de campaña de Trump; durante su candidatura para un segundo mandato, se presentó como el “candidato de la paz” y prometió terminar guerras como la de Ucrania “el primer día”.
En su discurso inaugural de 2025, aseguró que se mediría por “las guerras que terminamos y, quizás lo más importante, las guerras en las que nunca entramos”, sin embargo, su administración ha participado o amenazado con conflictos en varios frentes.
¿Premio de paz?
Trump ha realizado una campaña pública notable para obtener el Premio Nobel de la Paz, argumentando haber terminado con nueve conflictos bélicos.
Aunque el Nobel de 2025 fue para la líder opositora venezolana María Corina Machado, Trump recibió un reconocimiento alternativo.
Gianni Infantino, presidente de la FIFA, le otorgó el primer “Premio FIFA de la Paz” durante el sorteo del Mundial 2026, en un acto considerado por muchos críticos como teatral y gestual.
“Este es tu premio, este es tu premio de paz”, proclamó Infantino, un aliado cercano de Trump.
La estrategia de la administración genera profunda preocupación constitucional; numerosos senadores, incluidos republicanos como Rand Paul, cuestionan la legalidad de los ataques sin una autorización explícita del Congreso.
Expertos y legisladores denuncian que se trata de ejecuciones extrajudiciales, ya que el ejército no puede actuar como policía global cazando sospechosos sin juicio.
La propia inteligencia estadounidense ha contradicho la afirmación central de que el gobierno de Maduro orquesta el tráfico de drogas hacia Estados Unidos.
Analistas internacionales señalan que el objetivo real va más allá del narcotráfico; Venezuela posee las mayores reservas de petróleo del mundo, y un cambio de gobierno colocaría ese recurso bajo una esfera de influencia favorable a Washington.
La estrategia parece ser estrangular económicamente al régimen de Nicolás Maduro mediante un bloqueo naval a sus exportaciones de crudo y sanciones financieras.
Esta presión busca, en última instancia, un cambio de régimen que instale un gobierno opositor alineado con Estados Unidos.
Rechazo ciudadano
Frente a la presión, Maduro ha movilizado a miles de efectivos militares y de milicias populares, prometiendo defender el país.
Simultáneamente, una parte significativa de la ciudadanía estadounidense rechaza la escalada; una petición ciudadana titulada “¡No a la guerra con Venezuela!” ha reunido decenas de miles de firmas, exigiendo al Congreso que controle estas acciones militares.
Los firmantes argumentan que las operaciones son inconstitucionales y advierten sobre los riesgos de un conflicto mayor.
La administración Trump no ha definido un plan claro ni un escenario final deseable para esta crisis, lo que aumenta la incertidumbre.
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Con tropas desplegadas, ataques en tierra iniciados y un presidente que combina retórica bélica con una búsqueda de premios de paz, la situación es volátil.
La comunidad internacional observa con aprensión cómo esta escalada, impulsada por una mezcla de intereses estratégicos, narrativas de seguridad nacional y política doméstica, podría derivar en consecuencias impredecibles para toda la región.
