Acusaciones de “discurso de odio” ponen a prueba Primera Enmienda constitucional ante expresiones por el asesinato del activista conservador Charlie Kirk. Foto: Cortesía / Facebook Charlie Kirk
El asesinato del activista conservador Charlie Kirk ha desatado un intenso debate nacional sobre los límites de la libertad de expresión en Estados Unidos, con profundas divisiones entre quienes abogan por restricciones al “discurso de odio” y quienes defienden la protección absoluta de la Primera Enmienda.
La administración Trump, a través de sus más altos funcionarios, ha impulsado una campaña contra lo que denomina “retórica violenta de la izquierda”, mientras críticos advierten que se trata de un intento por silenciar voces disidentes.
El juez de paz Enrique Medina Ochoa aportó al debate con una reflexión constitucional: “El derecho a la libre expresión otorgada por la Primera Enmienda de la Constitución no es ilimitado. Expresiones falsas de peligro son prohibidas. No puedes gritar fuego en un teatro lleno de gente sabiendo que no hay fuego porque alguien puede salir lastimado al buscar refugio”.
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Medina Ochoa añadió que “actualmente estos límites se están retando por agencias federales y buscan restricciones a la libertad de expresión que favorecen perspectivas conservadoras y limitan expresión en contra del gobierno”.
La fiscal general de Estados Unidos, Pam Bondi se encuentra en el centro de la controversia tras declarar que “el discurso de odio que cruza la línea hacia amenazas de violencia NO está protegido por la Primera Enmienda. Es un crimen”.
Bondi citó estatutos federales específicos que prohíben amenazas de violencia, argumentando que “por demasiado tiempo hemos visto a la izquierda radical normalizar amenazas, llamar a asesinatos y celebrar violencia política. Esa era se acabó”.
Sin embargo, estas declaraciones generaron inmediatas críticas desde ambos lados del espectro político, incluidos aliados conservadores.
Savannah Hernández, colaboradora de Turning Point USA -la organización fundada por Kirk- respondió a Bondi afirmando que “la frase ‘hay libertad de expresión y luego hay discurso de odio’ es la frase más destructiva jamás pronunciada”.
Paradójicamente, el propio Kirk había escrito en mayo de 2024: “El discurso de odio no existe legalmente en América. Hay discurso feo. Hay discurso grosero. Hay discurso malvado. Y TODO está protegido por la Primera Enmienda”. Esta contradicción no pasó desapercibida para los observadores políticos, que señalaron cómo su legado es interpretado de manera divergente incluso dentro de su propio movimiento.
Stephen Miller, subjefe de Gabinete, prometió usar “todos los recursos” del Departamento de Justicia y Seguridad Nacional para “identificar, interrumpir, desmantelar y destruir estas redes”.
Despidos por opinar
El vicepresidente JD Vance intensificó la polémica al hacer un llamado público para que se reporte a los empleadores de quienes expresen opiniones negativas sobre Kirk, argumentando que quienes se enfocan en lo que Kirk dijo durante su vida en lugar de condenar su asesinato “están creando un ambiente donde cosas como esta inevitablemente van a suceder”.
Ya se reportaron despidos en diferentes cadenas noticiosas, por supuestos comentarios inapropiados en redes sociales y en Arizona no ha sido la excepción.
Mientras el debate constitucional continúa, incidentes como la investigación contra el agente Ramón Hernández del condado de Pima por comentarios inapropiados en redes sociales contra Trump demuestran cómo la tensión entre libertad de expresión y seguridad nacional se manifiesta en casos concretos.
El sheriff Chris Nanos declaró que “este sheriff y este departamento no condonamos ni condonaremos nunca violencia de ningún tipo”, reflejando el delicado equilibrio que las autoridades locales deben mantener.
Intimidando a la prensa
El contexto se hace más complejo con frívolas acciones legales del presidente Donald Trump, quien esta semana demandó al New York Times por 15,000 millones de dólares por apoyar a Kamala Harris durante la campaña de 2024 y publicar contenido negativo en su contra.
Semanas antes hizo lo propio con el Wall Street Journal por la publicación del artículo sobre la carta de cumpleaños a Jeffrey Epstein que, aseguró, no existía y que al hacerse pública ahora afirma que es una falsificación.
Trump mantiene un historial documentado de hostilidad hacia medios de comunicación, habiendo etiquetado repetidamente a organizaciones noticiosas como “noticias falsas”.
La empresa Paramount, propietaria de CBS, pagó 16 millones de dólares a Donald Trump por supuestamente editar una entrevista de Kamala Harris en su programa 60 Minutos.
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La administración Trump enfrenta así el desafío de conciliar su retórica de “ley y orden” con las protecciones constitucionales de la Primera Enmienda, mientras críticos advierten que el concepto de “discurso de odio” podría utilizarse para suprimir disidencias legítimas.
Como reflexionó el juez Medina Ochoa, “la Constitución está sujeta a escrutinio jurídico”, pero estos límites se encuentran ahora en el centro de una batalla cultural que redefine los contornos de la libertad expresión en todo el país.