A partir del 26 de diciembre, todas las personas que salen del país, a excepción de los ciudadanos, deberán someterse al escaneo facial y recolección de datos biométricos. CORTESIA: CBP Office of Field Operations
Si tiene planeado cruzar la frontera a finales de año, prepárese para largas filas tanto de entrada como de salida, pues el control migratorio estadounidense entra en una nueva era de vigilancia integral y aplicación estricta a partir del 26 de diciembre, cuando una regla federal hará obligatorio el escaneo facial para todo no ciudadano que salga del país, ahora extendido a todas las garitas terrestres.
Este sistema de vigilancia biométrica se implementa en paralelo a una polémica operación tácita con agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE por sus siglas en inglés) que están apostados en garitas de Arizona, como las de Nogales, con una misión aparente: interceptar a personas que salen voluntariamente para someterlas a procedimientos formales de deportación.
Estas dos estrategias, una tecnológica y otra física, redefinen radicalmente la gestión de las salidas del territorio estadounidense.
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La “Regla Final” sobre recolección de datos biométricos representa un cambio profundo, elimina exenciones anteriores y aplica a todos los no ciudadanos, incluidos residentes permanentes, turistas y titulares de visa.
El Departamento de Seguridad Nacional (DHS) justifica la medida como un “hito” para la seguridad nacional, que permite identificar sobrestadías y prevenir fraudes.
“Creará una sublcase de personas sujetas a violaciones”
Sin embargo, la abogada de inmigración Ayensa Millán advierte sobre graves implicaciones: “Esto creará una subclase de personas sujetas a violaciones legales y de privacidad”, señaló, enfatizando que los residentes permanentes serán escaneados igual que visitantes temporales o turistas.
Su preocupación se extiende más allá de los datos, pues ha denunciado tácticas del ICE que, en su opinión, generan pánico en la comunidad por la recolección masiva, donde las fotos de no ciudadanos se almacenarán hasta setenta y cinco años, que aviva el debate entre seguridad y privacidad.
Mientras esta red de vigilancia digital se activa, una operación física despliega a agentes de la División de Operaciones de Cumplimiento y Remoción del ICE (ERO) en cruces fronterizos de Arizona.
Su presencia, confirmada pero no detallada oficialmente, tendría el objetivo de detener a migrantes que, de manera voluntaria, ya están saliendo del país.

La estrategia busca convertir estas salidas en remociones formales, lo que acarrea consecuencias legales más severas, como prohibiciones de reingreso por años o de por vida.
Esta práctica contrasta marcadamente con la narrativa oficial de “autodeportación” que el DHS promueve activamente; la secretaria Kristi Noem celebró que más de 1,9 millones de personas hayan salido “voluntariamente”.
Incluso existe la aplicación “CBP Home”, que incentiva la salida con un bono de mil dólares y asistencia de viaje, los cuales aparentemente no han sido cumplidos, según algunos testimonios.
Se persigue a quienes salen voluntariamente
La presencia del ICE en las garitas parece contradecir este mensaje, persiguiendo justamente a quienes siguen el camino de la salida voluntaria, lo que genera confusión y temor entre los viajeros.
Analistas y defensores interpretan esta doble táctica como un esfuerzo por inflar las cifras de deportaciones del gobierno al interceptar a quienes se van y procesarlos formalmente, pueden sumarlos a sus estadísticas.
La abogada Millán, refiriéndose a tácticas similares del ICE, afirmó: “Parece que actúan sin un plan claro, solo quieren inflar las cifras”.
Mientras tanto, el impacto en comunidades fronterizas como Nogales es tangible; algunos negocios reportan una caída de hasta el 50% en la clientela que viene de México, ante el temor de encuentros con las autoridades.
El mensaje final que emerge de esta combinación de políticas es de un control sin fisuras, pues por un lado, la tecnología biométrica elimina cualquier anonimato en el movimiento transfronterizo de no ciudadanos.
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Por el otro, la aplicación de la ley cierra la puerta a la discreción, asegurando que incluso quienes deciden irse enfrenten el máximo peso de la ley migratoria.
Juntas, estas estrategias representan una frontera estadounidense que se vuelve simultáneamente más inteligente, más dura y menos permeable para quienes no portan un pasaporte azul, pero la eficiencia logística prometida se pondrá a prueba contra el respeto a los derechos fundamentales en los próximos meses.












