Extracto de mi libro: “Jornalero Macehualli Raíces Espirituales de Nuestra Lucha Contra El Sheriff Joe Arpaio” que será publicado en Septiembre 2025:
Cuando a la edad de 10 años ingresé con mi familia a Estados Unidos, presencié directamente con mis propios ojos, frente a la Iglesia de Ysleta, Texas, un letrero en un restaurante que decía, “No Dogs or Mexicans allowed”.
Al no entender más que unas palabras en inglés, busqué en el diccionario la palabra “allowed” y me percaté que significaba “permitido”. “No se permiten ni mexicanos ni perros”, los españoles habían estado en la Misión de Ysleta desde los 1680 cuando huyeron del levantamiento de los indios pueblo liderados por Popé.
Los pueblos Tigua estaban allí y sus descendientes todavía viven allí ¿Cómo es que unos recién llegados se adjudicaban el derecho de declararnos extranjeros en nuestra propia tierra?
A esa tierna edad por primera vez sentí los efectos de políticas racistas y no lo supe en ese momento, pero esa experiencia influyó en mi decisión de dedicar mi vida a luchar en contra de la discriminación y el odio.
Pero eso no fue la única experiencia traumática que experimenté en mi niñez, pues en mi primer recreo en la escuela me llevaron a la oficina del director por hablar español.
El director me ordenó a que pusiera mis manos en las rodillas, al hacerlo sentí tres tablazos en mis asentaderas, con lágrimas en los ojos pregunté, “¿Por qué me pegan?” ¡La contestación fue cruel, “No Spanish in school!” (“No español en la escuela”).
En ese momento me prometí que no me iba a dejar humillar, pero aprendí inglés y me empapé de la cultura angloamericana, entré al programa JROTC o Junior Reserve Officers’ Training Corps (Cuerpos de Entrenamiento de Oficiales de Reserva Junior), un programa para estudiantes de preparatoria, o high school, vinculado al ejército.
En ese tiempo, con la agudización de la guerra de Vietnam, me di de voluntario en la Fuerza Aérea de Estados Unidos al siguiente día de graduarme de high school.
En el año 1975 cumplí mis cuatro años de servicio en la Fuerza Aérea y ahí me di cuenta de que el racismo y la discriminación existían no sólo en Estados Unidos sino también en Europa.
Nueve años después de haber visto aquel letrero en Ysleta, mientras estaba asignado en la ciudad alemana de Hof, un pequeño pueblo en la frontera de Checoslovaquia y Alemania del Este, presencié otro letrero en un gasthaus (fonda donde se sirve cerveza y comida) que decía, «Türken und Chien Verboten» («Prohibidos los turcos y perros»).
Un amigo me comentó, “Aquí tratan a los turcos como en Estados Unidos tratan a los mexicanos” y eso me quedó tan presente que me prometí a mí mismo que iba a estudiar e investigar el porqué del racismo en ambos continentes.
Cuando salí de la Fuerza Aérea en 1975, seguí mi búsqueda sobre el por qué del racismo y tuve la buena fortuna de ser aceptado en la Universidad de California en San Diego.
Estudié Ciencias Políticas y Literatura, no con el fin de obtener una carrera o convertirme en académico, sino con el propósito de finalmente entender por qué el racismo azotaba Europa y Estados Unidos.
Las ciencias políticas me daban una idea de cómo funciona Estados Unidos, y la literatura me daba la oportunidad de estudiar otras sociedades a través de sus cuentos, novelas y ensayos.
Con las enseñanzas acumuladas empecé a vislumbrar cómo el racismo es utilizado como herramienta para subyugar pueblos, poblaciones y naciones para beneficio económico de cúpulas que han acaparado la riqueza de la Madre Tierra, vilificado y convertido al ser humano en artículo económico de compra y venta en el mercado de valores, como si se tratara de una bestia de carga, un producto más en el mercado.
Todo eso se entrelazaba en los textos literarios como los ríos profundos, por José María Arguedas, los ensayos de José Carlos Mariátegui, uno de los primeros que abogó por aprender del Ayllu, (la organización Inca basada en la familia) en lugar de buscar recetas europeas para nuestra liberación.
A la vez aprendimos a analizar la novela de la revolución mexicana con autores como Juan Rulfo y Martín Luis Guzmán, así como a analizar el proceso histórico de la izquierda mexicana a través de los cuentos y novelas de José Revueltas.
Yo digo y sostengo que para vencer la ola racista a la que nos enfrentamos hoy, tenemos que saber quién somos, de donde venimos, para poder guiarnos colectivamente hacia nuestra liberación.