El presupuesto republicano recorta salud y educación, mientras aumenta gasto fronterizo
En una votación ajustada de 215 a 214, la Cámara de Representantes aprobó en la madrugada del jueves el presupuesto que Donald Trump bautizó como “One Big Beautiful Bill”, un paquete legislativo que republicanos celebran como “histórico” y críticos denuncian como un ataque a programas sociales esenciales.
El proyecto, impulsado por el presidente Donald Trump, combina recortes fiscales, inversión récord en seguridad fronteriza y restricciones a Medicaid, desatando un agrio debate sobre sus implicaciones humanas y económicas.
Trump alabó el triunfo legislativo en Truth Social: “¡Es el proyecto más significativo que jamás se firmará!”. El mandatario, quien sugirió el nombre del texto, aseguró que “protege a los contribuyentes” y ordenará acciones ejecutivas para eliminar “fraude en Medicaid”.
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Su declaración contrasta con análisis de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés), que prevé recortes automáticos de $500,000 millones a Medicare a partir de 2026, afectando a 1.5 millones de beneficiarios en Arizona.
El congresista republicano Juan Ciscomani defendió el proyecto como un equilibrio entre austeridad y seguridad: “Reduce impuestos a trabajadores, protege Medicaid contra abusos y asegura la frontera”.
En su declaración, destacó exclusiones clave para hospitales rurales en su distrito y la ampliación del crédito tributario por hijos, sin embargo, omitió mencionar que el texto elimina ese mismo beneficio para 4.5 millones de niños en familias de estatus migratorio mixto, según UnidosUS.
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Janet Murguía, presidenta de UnidosUS, tildó la ley de “fea y despiadada”: “Castiga a familias trabajadoras para financiar deportaciones masivas y recortes a millonarios”. Señaló que 20 millones de latinos dependen de Medicaid, programa que sufriría recortes de $880,000 millones y 10 millones usan SNAP para comer, asistencia que se reduciría en un 30%.
“No es hipérbole: la gente morirá”, afirmó Hakeem Jeffries, líder de la minoría demócrata, durante el maratónico debate.
La aprobación requirió 21 horas de negociaciones y una enmienda de 42 páginas con ajustes para complacer a republicanos escépticos. Entre las concesiones: adelantar requisitos laborales para Medicaid a 2026 y debilitar créditos fiscales a energías limpias, medida que según desarrolladores “inutilizaría” proyectos solares y eólicos.
Fiscalistas criticaron también el aumento de deducciones fiscales para rentas altas en estados azules, pero aceptaron la compensación a cambio de restricciones migratorias.
El proyecto destina miles de millones a deportar “al menos un millón de indocumentados anuales”, construir muros y contratar 18,000 agentes.
Ciscomani celebró estos fondos como “inversión en soberanía”, pero Murguía alertó sobre el costo colateral: “Deportar trabajadores agrícolas elevará precios de alimentos y separará familias”; datos del Departamento de Agricultura sugieren que el 50% de los trabajadores del campo en Arizona son indocumentados.
El camino al Senado
Pese la victoria en la Cámara, el proyecto enfrenta un Senado donde republicanos tienen mayoría mínima. Legisladores como Chip Roy (Texas) ya exigen eliminar déficit a cinco años, no diez, como condición para apoyarlo. Murguía urgió a senadores de ambos partidos a “tener coraje para detener esta locura”, mientras Trump presiona para su rápida aprobación.
El texto restringe becas Pell para estudiantes de bajos ingresos y grava remesas de trabajadores indocumentados, medidas que según UnidosUS “roban oportunidades a latinos y primera generación universitaria”.
Mientras el reloj avanza hacia las elecciones de medio término, el One Big Beautiful Bill cristaliza dos visiones antagónicas: austeridad con mano dura versus protección social.
Como resume Murguía: “Es una elección entre deportar o alimentar, entre enriquecer élites o sostener sueños”. La respuesta final, ahora en manos del Senado, definirá qué prioridad prevalece.