Subsidio de 500 millones de dólares divide opiniones entre líderes políticos
Mientras el proyecto de ley HB2704 avanza en la legislatura de Arizona para subsidiar con hasta $500 millones las renovaciones del Chase Field —hogar de los Arizona Diamondbacks—, se reaviva un debate histórico: ¿Deben los contribuyentes financiar estadios de equipos deportivos valuados en miles de millones?
La polémica trasciende partidos, pero no desigualdades económicas.
El Chase Field, construido en 1998 con 250 millones de fondos públicos, es administrado por el condado de Maricopa, pero los Diamondbacks —valorados en 1.6 billones— controlan sus ingresos. Ken Kendrick, copropietario del equipo con una fortuna de 1.1 billones, ahora busca 500 millones adicionales para modernizar instalaciones como el sistema de aire acondicionado y tuberías.
Críticos denuncian que esto perpetúa un modelo donde beneficios son privados y pérdidas, públicas. “Es un traspaso de riqueza de quienes no pueden pagar entradas a quienes sí”, resume un análisis de Raw Story.
Por décadas, subsidios a estadios se han vendido como motores económicos, sin embargo, estudios —incluido uno de la Universidad Estatal de Arizona en 2022— muestran que el 56% de los ciudadanos se opone a usar impuestos para esto, frente a solo 26% que lo apoya.
Economistas explican que estos complejos no generan nueva actividad, sino que redistribuyen gastos: el dinero que se invierte en entradas o cervezas en el estadio, deja de gastarse en cines o restaurantes locales.
Phoenix perdería $6.4 millones anuales en impuestos por 30 años, según cálculos de la alcaldesa Kate Gallego, lo que afectaría servicios como seguridad pública.
El mecanismo propuesto —capturar impuestos generados en el estadio— se promociona como un “uso de fondos existentes”, pero expertos advierten que es una trampa contable: ese dinero ya está asignado a educación, salud o infraestructura.
Según Gallego, el costo real superaría los $1,000 millones en tres décadas, considerando inflación e intereses .
“No hay estadio gratis: cada dólar aquí es un dólar menos para escuelas u hospitales”, señala un informe de Field of Schemes.
Históricamente, apoyar subsidios impopulares ha costado carreras. En Wisconsin y Georgia, políticos perdieron elecciones tras financiar estadios de los Brewers y Braves.
En Arizona, la HB2704 ya divide a ambos partidos: republicanos como Jake Hoffman y demócratas como Betty Villegas la rechazan, mientras otros la avalan argumentando que “evitará que el equipo se marche”.
Sin embargo, los Diamondbacks evitan comprometerse a permanecer, incluso con subsidio.
Gallego propone que el equipo iguale cada dólar público con uno privado y limite gastos a infraestructura básica, excluyendo lujos como suites VIP, pero hasta ahora, la legislatura ignora estas ideas.
Mientras, grupos civiles exigen someter el proyecto a referéndum, dada la oposición ciudadana. “Si es tan bueno, que lo aprueben los votantes”, desafía un editorial de AZ Central.
El debate de Chase Field refleja una tensión global entre elites económicas y bienestar colectivo. Con una gobernadora Katie Hobbs indecisa, Arizona enfrenta una encrucijada: subsidiar a millonarios o priorizar necesidades reales.
Como resume un académico: “Los estadios son templos modernos donde los contribuyentes sacrifican su dinero para glorias ajenas”.