Tonatierra

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Salvador Reza

Phoenix, Aztlán

srza@aol.com

602.446.9928

(Donde vive el espíritu de la verdad)

“Acaba de una vez de un solo golpe para qué quieres matarme poco a poco”, dice la canción Amarga Navidad.

Para muchos de los residentes de casas móviles es una realidad que están viviendo, no por estar enfermos de amor, como es el caso de la canción, pero por estar sufriendo la zozobra de cuánto tiempo van a poder vivir en sus hogares antes de ser desalojados por entidades como la universidad del Gran Cañón que se declaran Cristianos.

Algunos residentes han sido llevados de emergencia al hospital con síntomas cardiacos por el estrés al que son sometidos día a día, otros sin aguantar la presión se desvanecen y no salen del hospital con vida.

Para los hogares estables la Navidad es un tiempo de estar con la familia, intercambiar regalos, ver la cara de felicidad de los niños, pero para los hogares en proceso de desalojo, hasta para comprar regalos se les hace difícil, pues al estar en la tienda se preguntan. “¿Y si gastó este dinero cómo voy a pagar el depósito de un nuevo lugar?”

Aquella bicicleta para el niño es imposible de comprar, aquella muñeca para la niña se tendrá que esperar para otro tiempo y el equipo electrodoméstico que tanto quería la esposa sólo se podrá admirar atrás de la vitrina de la tienda.

Por otro lado los ejecutivos de la universidad del Gran Cañón estarán con sus hijos bajo el árbol de Navidad celebrando con un pesebre el nacimiento del niño Jesús. Sus hijos tendrán videojuegos, tabletas, teléfonos inteligentes, y los de la high school hasta estarán estrenando carro nuevo.

Los servidores públicos como la alcaldesa Kate Gallego, y los otros concejales estarán rodeados de regalos para sus niños y podrán gozar comprando tamales, champurrado, o chocolate de la abuelita, si es que son de extracción mexicana o indígena.

Los concejales euroamericanos se levantarán a abrir regalos y desayunaran  huevos con tocino y jamón acompañados de una alteró de hot cakes con miel o jalea y el trasfondo musical será “jingle bells o I’m dreaming of a white Christmas” y en el desierto de Arizona la chimenea eléctrica estará ardiendo con troncos imaginarios como la realidad ilusoria en la que viven.

A su alrededor se verán rodeados de parques con la plenitud de desamparados, tiendas de campaña, carrito de supermercado repletos con todas sus pertenencias, drogadicción, alcoholismo y muerte.

Las canchas de tenis en los parques donde en su juventud aprendieron el deporte aparecerán como escenas de ultratumba con seres humanos desarrapados vagabundeando sin rumbo y sin trabajo y se Irán de paso a un club campestre o un gimnasio privado para mantenerse en forma y mantener la ilusión de estabilidad en un mundo que se está desvaneciendo alrededor de ellos.

Los residentes de casas móviles que se aferran a no ser desalojados se les hace difícil comprender como seres religiosos rodeando el pesebre de otra familia desamparada en Jerusalén pueden portarse de la misma manera que los romanos que persiguieron a Jesucristo, cuando bien podrían seguir el ejemplo de los Reyes Magos dando alivio y posada al desamparado.

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