Gustavo Petro, generó un intenso debate la semana pasada al afirmar en un consejo de ministros televisado que “la cocaína no es más mala que el whisky”. Foto: Cortesía / Facebook Gustavo Petro
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, generó un intenso debate la semana pasada al afirmar en un consejo de ministros televisado que “la cocaína no es más mala que el whisky” y sugerir que la legalización de la cocaína a nivel global podría desmantelar fácilmente el negocio del narcotráfico. Aunque su declaración se enmarca en una discusión más amplia sobre la lucha contra el crimen organizado, la comparación entre ambas sustancias ha puesto el foco en un tema crucial: el impacto en la salud de su consumo. ¿Es realmente la cocaína menos dañina que el alcohol? La respuesta no es sencilla, pero los datos científicos ofrecen algunas claves.
Mortalidad y adicción: alcohol vs. cocaína
Según el Informe sobre la situación mundial del alcohol y la salud de la Organización Mundial de la Salud (WHO, por sus siglas en inglés) de 2024, el consumo de alcohol fue responsable de aproximadamente 2,6 millones de muertes en todo el mundo en 2019, lo que representa el 4,7% de todas las muertes globales. Entre las principales causas de estas muertes se encuentran enfermedades digestivas, lesiones no intencionales, enfermedades cardiovasculares y cáncer. Además, el alcohol contribuye significativamente a la pérdida de años de vida ajustados por discapacidad, especialmente debido a accidentes de tránsito y otras afecciones de salud.
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En contraste, el mismo informe indica que en 2019 hubo alrededor de 26,082 muertes atribuidas al consumo de cocaína en todo el mundo. Estas muertes están relacionadas con trastornos por consumo, VIH, hepatitis, accidentes de tránsito y suicidios. Sin embargo, es importante tener en cuenta que el consumo de alcohol es legal y culturalmente aceptado en la mayoría de los países, lo que explica su mayor prevalencia en comparación con la cocaína, una sustancia ilegal en la mayoría de las naciones.
La OMS estima que, en 2019, alrededor de 400 millones de personas (el 7% de la población mundial mayor de 15 años) padecían trastornos relacionados con el consumo de alcohol, de los cuales 209 millones sufrían dependencia. En comparación, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), en 2020 había aproximadamente 21,5 millones de consumidores de cocaína en el mundo. Estas cifras reflejan una diferencia significativa en la escala de consumo, pero también subrayan los graves riesgos asociados a ambas sustancias.
Efectos en la salud
La cocaína, clasificada como la cuarta droga más consumida en el mundo por la ONU, es un estimulante altamente adictivo. Su consumo puede provocar complicaciones médicas graves, como trastornos por consumo compulsivo, sobredosis, problemas cardíacos, convulsiones, accidentes cerebrovasculares y coma. A largo plazo, también puede causar paranoia, alucinaciones y daños irreversibles en el sistema nervioso.
Por su parte, el alcohol, aunque legal y socialmente aceptado, no está exento de riesgos. Los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH) advierten que el consumo excesivo de alcohol puede causar lesiones, violencia, intoxicación etílica, enfermedades hepáticas y cáncer. La OMS, además, afirma que no existe un nivel de consumo de alcohol que sea seguro para la salud.
Colombia, el principal productor y exportador mundial de cocaína, lleva décadas luchando contra el narcotráfico, una actividad que ha financiado el conflicto armado y generado violencia en el país.
¿Legalizar es la solución?
Gustavo Petro, el primer presidente de izquierda en la historia reciente de Colombia, ha propuesto desmantelar el negocio del narcotráfico mediante la legalización de la cocaína, argumentando que esto reduciría la violencia y permitiría redirigir los recursos hacia programas sociales.
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Sin embargo, desde que Petro asumió el poder, la producción de cocaína en Colombia ha aumentado significativamente. Según la UNODC, en 2023 el cultivo de hoja de coca creció un 10%, y la producción potencial de cocaína alcanzó un récord de más de 2,600 toneladas métricas, un aumento del 53% respecto al año anterior.
Petro sostiene que la legalización de la cocaína podría acabar con el negocio ilegal y reducir la violencia asociada. Sin embargo, esta propuesta enfrenta desafíos considerables, tanto en términos de salud pública como de política internacional. Mientras el debate continúa, lo que queda claro es que tanto el alcohol como la cocaína representan riesgos significativos para la salud, y cualquier política pública debe considerar no solo los aspectos económicos y sociales, sino también los impactos en el bienestar de las personas.