Los pueblos originales

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En el 2006 dada la represión y la ola anti-migrante poco antes de las marchas masivas en Los Ángeles, Chicago, Phoenix y otras ciudades en estados unidos, un grupo de jornaleros partió de Santa Mónica California hacia Nueva York portando en sus manos los bastones emplumados de Paz y Dignidad.

Los bastones habían recorrido el continente cada 4 años desde 1992 cumpliendo con la profecía del águila y el cóndor, una profecía que decía que el águila del norte volvería a volar con el cóndor del sur.

En cada comunidad indígena, en cada pueblo, en cada organización aportaban un bastón, una pluma de diferentes aves en donde iban los rezos del continente entero. Esta vez les tocó a los jornaleros la cara visible del migrante, la más perseguida, la más maltratada, la más deportada desde Arizona con el sheriff Arpaio hasta los departamentos de policías racistas en Georgia, Texas, Carolina del sur, y otra docena de estados que copiaban las leyes antiinmigrantes de Arizona y el mal ejemplo del Sheriff Arpaio.

En cada paso del corredor Macehualli, se transmitía a la Madre Tierra la petición de que la conciencia ancestral como pueblos originales e hijos de la Madre Tierra despertará en los corazones de los millones de migrantes que no podemos ser ilegales en nuestro propio continente.

Corriendo del Océano Pacífico al Atlántico los corredores terminaron frente a las puertas de las Naciones Unidas y a pesar de las quejas de la seguridad de las naciones unidas que aparentemente pensaban que los bastones eran armas se logró el acuerdo de que entraran al pleno de las naciones unidas para llevar el mensaje ancestral de que somos pueblos originales de este continente.

Para poder llegar allí, los pueblos indígenas habían luchado por ser reconocidos como pueblos soberanos, naciones independientes, desde que las Naciones Unidas fue implementada después de la segunda guerra mundial por los mismos poderes coloniales que se disputaban el mundo.

Algunos de los jornaleros provenían directamente de pueblos originales y otros sabían que a sus padres, sus abuelos, sus ancestros en algún tiempo hablaban algún idioma autóctono, por eso antes de comenzar corriendo se les dijo:

“Si no están convencidos que tienen el derecho de vivir, caminar, y correr por estas tierras entonces no podrán participar. Porque en el momento que un migra, un policía, les pida sus papeles serán los primeros en decir que no tienen derecho de estar aquí porque son ilegales”.

Todos los que corrieron estaban convencidos de que estas tierras eran indígenas y que aún dentro de los acuerdos internacionales los pueblos originales tienen el derecho de vivir, viajar y trabajar en tierras que fueron divididas por los colonizadores al convertirlos en estados.

En Nuevo México y en Texas esa convicción se puso a prueba cuando uno de los corredores accidentalmente corrió por la línea divisoria en la frontera de El Paso e informamos a la patrulla fronteriza que uno de nuestros corredores se había equivocado y que lo dirigieran al puente de Santa Fe.

Así que un corredor sin papeles fue custodiado en su recorrido hasta reencontrarse con el resto de los corredores para pasar la noche en un albergue jornalero justo a una cuadra del el edificio de inmigración.

Un par de días después otro jornalero fue arrestado por la patrulla fronteriza al verlo esperando por su relevo al lado de un camino en Sierra Blanca Texas.

Esta vez tomó más de 24 horas dónde su única identificación fue el bastón emplumado y donde cada vez que le pedían su status migratorio él decía estoy ejerciendo mi derecho de rezar y correr como pueblo original.

Al siguiente día el agente de inmigración que lo arrestó me llamó, lo trajo hasta donde yo estaba esperando, le quitó las esposas frente de mí, nos saludó y dijo, “que tengan una buena carrera.”

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