Salvador Reza
Phoenix, Aztlán
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(Donde vive el espíritu de la verdad)
“Los maderos de San Juan piden pan y no les dan, piden queso les dan hueso y les cortan el pescuezo”, nos cantaba mi bisabuelita antes de dormirnos. Los maderos de San Juan tiene varias variaciones pero el trasfondo sigue siendo el mismo: es un canto de cuna para preparar a los niños de lo que les espera a los rebeldes.
En algunos casos en lugar de pan les dan vino, como pasaba en la tienda de raya cuando en lugar de pagarles con comida o con dinero les pagaban con vino para emborracharlos, endeudarlos y tenerlos atados al patrón y en otros casos se refiere a peticiones de los trabajadores en los aserraderos que terminaban como dice la rima, cortándoles el pescuezo.
A nosotros se nos hacía gracioso cuando mi abuelita nos lo cantaba, sin darnos cuenta a esa tierna edad que nos estaban dando una lección de vida, una lección que continúa en las diferentes luchas en las que hemos estado envueltos, ya sea la lucha por la reforma migratoria, la lucha contra los abusos del Arpaio, la lucha de los jornaleros macehualli, y ahora la lucha de los residentes de “trailas”.
La temática es la misma del canto de cuna que nos cantaba mi bisabuelita; hoy en día tenemos más de 1 año con la petición de que no desalojen a las familias de las casas móviles.
Se lo pedimos a los dueños, se lo pedimos a las autoridades del estado, se lo pedimos a los concejales de la ciudad de Phoenix Arizona y nos pasa lo mismo que a los maderos de San Juan, nos dan queso en forma de vales para pagar renta cuando antes tenías un hogar, en el caso de la universidad del Gran Cañón te ofrecen 5,000 USD por tu casa en la que has vivido 30 años, y ahora bajo una ley estatal te ofrecen aproximadamente lo mismo por entregar tu título a las empresas millonarias.
En otras palabras nos dan hueso y si no lo aceptamos nos cortan el pescuezo enviando a los alguaciles para que te saquen “sin tiliches” a la calle.
Lo malo es que los niños de las “trailas” no están escuchando la canción cantada por su abuelita, la están viviendo en carne propia y es cantada por las corporaciones, las universidades, el Ayuntamiento de Phoenix, y el estado de Arizona.
Lo peor de todo es que no están pidiendo ni pan, están pidiendo más tiempo para poder encontrar un hogar en un mercado inexistente para ellos.
¿Cuántos de ellos van a poder encontrar un hogar cuando las casas valen entre 350,000 hasta 500,000 USD. Cuántos de ellos van a poder encontrar un lugar de renta cuando las rentas están entre 1,500 a 3,000 USD?
Mientras tanto en un intento final por parte de 3 concejales, Carlos García, Betty Guardado, y Laura Pastor sabremos para cuando salga esta columna sí lograron los 5 votos necesarios para extender el tiempo 6 meses para aquellas familias que todavía no logran encontrar un hogar a donde irse.
Francamente lo veo muy difícil porque la alcaldesa Kate Gallego está comprometida con las grandes empresas y simplemente se hace la desentendida cuando estas desalojan cientos de familias.
Lo malo es que no solo es Kate Gallego sino otros cuatro concejales que se esconden detrás de la santidad de la propiedad privada y sus interpretaciones de la ley para justificar las violaciones de los derechos humanos de los afectados.
Porque el derecho a vivienda es un derecho humano desde los tiempos que vivíamos en las cuevas hasta hoy y de igual manera que en el canto de cuna de los tatarabuelos nos siguen dando hueso y nos siguen cortando el pescuezo.