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Tonatierra: La unión del Águila y el Cóndor

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Por Salvador Reza

El 11 de octubre de 1992 divisamos los centros sagrados de Teotihuacán cargando con nosotros los bastones emplumados de Paz y Dignidad y treinta y dos años después, en la ciudad colombiana de Silvana en la finca Java Liviana, la sede del Consejo Nacional de los Pueblos Indígenas de Colombia, el Águila y el Cóndor se volvieron a encontrar como lo han hecho cada 4 años. 

El año 2020 no se pudo llegar físicamente, pero el fuego de la vida se mantuvo en cada rincón del continente en comunidades, en aldeas, en barrios, en familia y esa vez fue La Madre Tierra misma que envió el mensaje a través de la pandemia.

Este 29 de noviembre del año 2024 por novena vez en 32 años nos encontramos con sabios espirituales de las altas montañas de las selvas de los mares de las aguas de la lluvia de los ríos y todos los elementos de la madre naturaleza. 

Alrededor de lo que ellos llaman La Tulpa, 3 piedras en forma de molcajete volteado representando la familia espiritual alrededor del fuego, nos sentamos en forma de espiral donde colocamos los bastones sagrados alrededor del fuego.

Allí en ese espacio los abuelos intercambiaron conceptos de sabiduría basados en la justicia, pero no en la justicia occidental de un juez encarcelando personas por no tener la documentación adecuada en los diferentes países a donde viajaron caminantes con el fin de ayudar a sus familias. 

Sino, la justicia original de la Madre Tierra, el Padre Sol, La Hermana Agua y el Sagrado Viento, pues ellos son los verdaderos Jueces en el tribunal de la creación que se manifestaron de diferentes maneras, a veces con lluvias intensas, a veces con sol agotador, a veces con un viento que acariciaba nuestra faz.

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O a través de la voz del abuelo Verito y a través de los cantos de la creación de su pueblo, donde se educaba sobre la verdadera justicia en la que vamos a estar juzgados todos por no cuidar de nuestro medio ambiente de nuestra Madre Tierra la dadora de vida a la que parece todos hemos olvidado.

Presentes estaban los representantes de la ONIC, que escuchaban, comentaban, regañaban, pero al final bendecían a cada uno de los corredores, a cada uno de los abuelos, a cada uno de los encargados políticos, a cada uno de niños presentes y los niños no presentes con cantos elevados desde el centro de la Madre Tierra transmitidos por el fuego al sol a las estrellas al continente al universo mismo.

En la novena corrida continental de Paz y Dignidad, el espíritu qué empolló el Águila y el Cóndor los vio aletear con plumas que los sostendrán surfeando en las  alturas contra vientos huracanados de cambios donde la Madre Tierra lucha por equilibrar la naturaleza agobiada y herida por la avaricia de seres humanos enajenados de su propio ser, pues ciegos de oro y plata no miran su propia destrucción.

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