“Buscar dominar los debates sin público podría convertirse en el peor enemigo de los candidatos.”
Ya se empiezan a calentar los motores para la carrera hacia la Casa Blanca. Los candidatos de ambos partidos por fin se han puesto de acuerdo: el presidente Joe Biden y el expresidente Donald Trump han aceptado participar en dos debates presidenciales televisados. El primero se estará llevando a cabo el próximo 27 de junio en la cadena CNN, el segundo el 10 de septiembre por ABC. Estos acuerdos marcan un momento muy importante y esperado por todos los estadounidenses que no solo afectará a esta, sino también a futuras generaciones.
El tan esperado anuncio fue hecho a través de publicaciones en las redes sociales y comunicados oficiales. El presidente Biden, en un tono aparentemente desafiante, declaró su disposición para enfrentarse nuevamente al aclamado expresidente Trump, refiriéndose a las derrotas que le propinó en los debates de 2020. Por su parte, Trump respondió con su muy característico estilo aguerrido, aceptando las fechas propuestas y hasta sugirió un tercer debate en Fox News.
Es evidente que el expresidente Donald Trump está muy ansioso por regresar al escenario del debate. Su insistencia en debatir antes de que comience la votación anticipada es una estrategia muy inteligente, diseñada para captar la atención de los votantes y consolidar su base de apoyo antes de que se emitan los primeros votos. Trump entiende que el poder de la televisión y del debate en vivo para mover masas y reforzar su mensaje de que Biden ha sido un presidente débil y errático.
La decisión de Biden de aceptar estos debates puede interpretarse como un intento de mostrar confianza y transparencia, pero también revela cierta desesperación. Los demócratas están conscientes de que la popularidad de Biden ha estado en la cuerda floja, especialmente en comparación con el fervor que Trump sigue generando entre sus millones de seguidores. Al adelantar los debates, Biden busca controlar la narrativa y evitar los embates que se producirían con una campaña prolongada y llena de incertidumbre.
El nuevo formato de los debates también es muy significativo. Al realizarlos sin un público presente, se elimina uno de los grandes elementos que más favorecen a Trump: su capacidad para manejar y entusiasmar a una multitud. Sin embargo, esta situación también le da la oportunidad de centrarse mejor en su mensaje y atacar directamente a Biden sin ninguna distracción. La ausencia de público puede nivelar el campo de juego, pero también pondrá a prueba la capacidad de ambos candidatos para conectar con los televidentes de manera más directa.
Otro punto de mucho interés es la aparente retirada de ambos candidatos de los debates organizados por la Comisión de Debates Presidenciales. Esta comisión ha sido criticada por su supuesta parcialidad y por no poder controlar las interrupciones y el comportamiento de los participantes en debates anteriores. Al optar por organizar debates directamente con las cadenas de televisión, Biden y Trump están buscando formatos más controlados que se adapten a sus estrategias particulares.
Los debates representan una gran oportunidad para que Trump demuestre la supuesta incompetencia de Biden que tanto ha mencionado en sus discursos de campaña y a su vez refuerce su mensaje de “Hacer a América Grande Otra Vez”. Es muy probable que la narrativa de Trump se centre en los fracasos de la administración Biden, desde la inflación, la frontera hasta los desastres de la política exterior.
Con su estilo y su habilidad, Trump tratará de dominar el escenario, tendrá la oportunidad de reafirmar su liderazgo y activar a su base. Biden, por otro lado, deberá demostrar que aún tiene la capacidad y la determinación para liderar el país en un momento de grandes desafíos significativos.
Félix A. García es un estratega político y fundador de Primera Consulting Group, una firma consultora global de política pública y asuntos regulatorios. García se desempeña como consultor en campañas políticas. Puedes seguirlo en Twitter como @FelixGofficial.