El año de los tibios

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Maritza L. Félix

Periodista

@MaritzaLFélix

maritzalizethfelix@gmail.com

Joe Biden no llegó a la Casa Blanca por sus habilidades políticas, mucho menos por su firmeza. Se convirtió en presidente de Estados Unidos porque no era Trump; sí, para entender su primer año de gobierno hay que reconocer que la gente no votó por él, voto en contra del otro. Esto no es bueno ni malo, o quizá lo es todo. Pero así, con la falta de carisma que lo caracteriza, dio su primer informe de gobierno, un discurso igual a su administración: tibio hasta el cansancio.

Rindió cuentas al pueblo estadounidense en medio de una crisis de salud pública que ha derivado en otra más grave de finanzas personales y desafíos mentales; mientras Rusia invade Ucrania y pone en jaque la seguridad mundial; con las promesas sin cumplir que viene arrastrando desde que era vicepresidente de Obama y con las que hizo para ganar una campaña casi virtual que lo llevó a la Oficina Oval.

Su voz fue templada y las reacciones igual. Predecible. Pausado. Ensayado. Un ya mero eterno: ya mero me emociono, ya mero me enojo, ya mero soluciono, ya mero cumplo, ya mero me indigno, ya mero te atiendo, ya mero le atino… ya mero doy el ancho. Pero, incluso con esa falta de algo, su discurso es un remedio casero a la herida que dejó el 45 con sus declaraciones siempre polémicas y escandalosas, con sus incitaciones directas y sus datos alternativos. Después de aquel incendio, Biden se siente como una vela que parpadea con el viento; pareciera que se apaga por instantes, nunca calienta, pero está ahí, iluminando casi a medias, pero suficiente.

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Era de esperarse que le dedicara la mayor parte de tiempo al conflicto armado que tiene en alerta al mundo y la mano firme de Estados Unidos con Rusia; a la salud y la pandemia.

Enlistó las otras tantas prioridades para Estados Unidos y el plan para mitigar al virus en un país lleno de escépticos a la ciencia. Habló de la inflación, el plan de infraestructura y el de rescate, la candidata a la Corte Suprema, los derechos de la mujer y la comunidad LGTBQ, de los veteranos y solo un poco del cambio climático.

Después de tantas promesas rotas y con una expectativa exasperante, por un instante habló de migración. Nada nuevo. Lo mismo: el camino a la legalización de los soñadores, la reforma migratoria, la ciudadanía para trabajadores agrícolas y aquellos con protección temporal. Dijo que ya era hora. Pero eso han dicho los últimos presidentes por décadas. Y, luego, nada. Ninguno de los abanderados quiere en realidad reformar nada migratorio; pareciera que les conviene solo parchar sobre lo parchado.

Sus palabras no han retumbado. Le faltan fuerza a las sílabas y a las acciones. Biden ha sido considerado un presidente pasivo, falto de carácter y tibio. Se esfuerza, pero no logra conectar con el pueblo que lo eligió. Las encuestas tampoco lo favorecen y su popularidad está por los suelos, no por un mal desempeño, sino por la percepción de que siempre le falta algo. Eso puede ser muy peligroso para los demócratas en un intento de reelección. El terreno que pierde, lo gana otro… quizá el de antes y eso es aún más aterrador.

Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística para prensa y televisión en México, Estados Unidos y Europa. Es becaria Senior programa JSK Community Impact de Stanford, The Carter Center, EWA, Fi2W, Listening Post Collective y el programa de liderazgo en periodismo de CUNY

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