Si bien es posible que Arizona experimente temperaturas más frescas a finales de enero debido a una incursión de aire ártico, las proyecciones indican que se presentará una sequía. CORTESIA: Facebook / City of Phoenix
El inicio del nuevo año ha sido atípicamente cálido y seco en Arizona, con temperaturas por encima del promedio y precipitaciones por debajo de lo normal que están afectando a gran parte del estado. Desde Phoenix hasta Flagstaff, el invierno ha sido moderado, con escasa nieve en las montañas y niveles mínimos de precipitaciones, lo que resalta una tendencia preocupante en las condiciones climáticas. En Phoenix, la ciudad ha experimentado su período más largo de sequía registrado, con 132 días consecutivos sin lluvia, lo que agrava aún más la situación.
Según los meteorólogos, este fenómeno está relacionado con una configuración atmosférica que impide la llegada de sistemas meteorológicos invernales. “Hemos estado bajo un patrón de alta presión persistente que mantiene las tormentas alejadas de Arizona”, explicó Alex Young, meteorólogo principal del Servicio Nacional de Meteorología en Phoenix. Este patrón ha bloqueado las tormentas que normalmente traerían lluvia y nieve, resultando en un clima excepcionalmente seco y cálido.
El cambio climático y sus efectos se están haciendo más evidentes a medida que los fenómenos atmosféricos, como la corriente de alta presión, se vuelven más intensos y duraderos. Esto también está relacionado con fenómenos globales como La Niña, que se asocia con temperaturas oceánicas más frías en el Pacífico y condiciones más secas y cálidas en el suroeste de Estados Unidos. Si bien es posible que Arizona experimente temperaturas más frescas a finales de enero debido a una incursión de aire ártico, las proyecciones indican que las condiciones secas persistirán en gran parte del estado.
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Uno de los mayores problemas derivados de este clima cálido y seco es la creciente contaminación del aire. En Phoenix, la falta de lluvia y el estancamiento de la atmósfera han provocado que los contaminantes, como el humo de los fuegos artificiales y las chimeneas, queden atrapados en la atmósfera, empeorando la calidad del aire. La falta de vientos fuertes para dispersar estos contaminantes ha dejado cielos nublados y aire cargado, lo que plantea un serio riesgo para la salud pública, especialmente para los grupos más vulnerables como personas con problemas respiratorios o enfermedades cardiovasculares.
La escasez de nieve también ha afectado a las zonas más altas de Arizona. Flagstaff, conocida por ser la ciudad más nevada del estado, ha registrado solo 2.7 pulgadas de nieve desde octubre hasta el 2 de enero, un marcado contraste con el promedio de 28.9 pulgadas para esa fecha. Este invierno podría convertirse en uno de los más secos en la historia reciente, lo que genera preocupación sobre el riesgo de incendios forestales y la disponibilidad de agua en el futuro cercano. La ausencia de nieve también tiene un impacto negativo en las reservas de agua de la región, esenciales para mantener el suministro en las ciudades y en la agricultura.
En este contexto, la ciencia del clima sigue advirtiendo sobre la importancia de actuar para mitigar los efectos del cambio climático. Los patrones climáticos extremos, como los veranos más calurosos y los inviernos más secos, se están convirtiendo en una nueva normalidad en muchas partes del mundo, incluidos los Estados Unidos. En Arizona, la creciente frecuencia de estos eventos podría ser un indicativo claro de que el cambio climático está acelerando el deterioro de las condiciones naturales.
Los meteorólogos sugieren que, a pesar de los desafíos actuales, aún hay tiempo para que las condiciones invernales cambien. “Aún nos queda tiempo, Enero no parece prometedor, pero después de eso todavía tenemos un par de meses de invierno en los que podría nevar, aunque si no ocurre, sería una gran preocupación”, indicó Megan Taylor, meteoróloga de coordinación de alertas en Flagstaff.
El inicio de este nuevo año resalta una realidad innegable: el cambio climático no es solo un problema global, sino que también tiene repercusiones locales que afectan nuestra calidad de vida, la salud pública y el medio ambiente. La crisis climática sigue avanzando, y las autoridades y ciudadanos deben unirse para enfrentarla, antes de que sus efectos sean aún más devastadores.