TONATIERRA

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Salvador Reza

Phoenix, Aztlán

srza@aol.com

602.446.9928

(Donde vive el espíritu de la verdad)

La novela escrita por Guillermo Arriaga “El Salvaje”, es un acercamiento del animal en el ser humano. Lo animal que existe entre las relaciones humanas. Lo animal que existe en las relaciones ser humano y animal. Lo animal en las guerras religiosas dentro del ser individual y las repercusiones sociales entre el estado y el clericó.

Igualmente, lo animal entre los cuerpos policiacos y los delincuentes que persiguen. Lo animal entre los sistemas económicos y legales y la relación animal entre sirvientes del capital y sirvientes de la ley. Lo animal en la persecución del dinero y la pelea por la presa, de igual manera que una jauría de lobos cede al lobo alfa el derecho de comer para después disputarse lo que queda de acuerdo con un acuerdo jerárquico.

A la misma vez realza el espíritu salvaje de los lobos desafiando el frio, la nieve, pero a la vez trabajando en equipo para cazar el alce y el caribou, de la misma manera que en los barrios mexicanos se organizan familias que a menudo se vuelven pandillas de barrios entre los muchachos que crecieron juntos de una manera muy similar a una pacota de lobos.

Por otro lado “Los Buenos Muchachos” se organizan en las iglesias bajo la supervisión del clero y en el nombre de Dios crean grupos paramilitares para defender “las buenas costumbres” de la escoria de la sociedad que trafican drogas, fornican, se prostituyen, y no siguen las normas instruidas por la biblia y la santa madre iglesia.

El bien se confunde con el mal y el mal utiliza a Dios como escudo para justificar golpizas, crímenes, asesinatos todos en el nombre de Cristo Rey; muy similar a lo que sucedió en la guerra cristera cuando el estado se enfrento al clero por el poder económico y político de un México post revolucionario.

Sin embargo, la esencia de la novela es el intento de a través de la relación hombre/lobo conocernos a nosotros mismos como lo que somos: animales salvajes protegidos por una piel de civilización que nos impide ver en lo profundo que somos uno con la naturaleza y que aun si estamos en un barrio de la ciudad de México, el alma, el nahual, sigue siendo la de un guerrero águila, jaguar, lobo o león.

Conocer nuestra parte animal nos ayudara también a conocer nuestra parte civilizada, pues dentro de nosotros mismos existe la lucha entre cazador y presa, entre hombre y animal, si llegan a un acuerdo el animal protegerá a través de sus instintos al ser humano civilizado y el ser civilizado protegerá al animal liberándolo para adentrarse en la madre tierra como uno mas de sus hijos y convivirá con su hermano lobo, coyote, venado, serpiente.

Un márcame Wirrarika me advirtió, “antes de subir montañas hay que conocerte a ti mismo” y la única manera de conocerte a ti mismo es exponiéndote a los elementos naturales.

Desafortunadamente estamos como “Colmillo” el lobo descendiente de lobo gris de Canadá amarrado y encerrado toda su vida en la novela que necesitó la ayuda del ser humano animal para volver a la naturaleza e intentar sobrevivir en su medio ambiente confiando en sus instintos porque el haber crecido encerrado en un patio de la ciudad de México sin su pacota, sin padre y madre, sin familia loba, le habían robado el lenguaje de la naturaleza.

El instinto natural siempre esta allí solo necesitamos aprender de aquellos que todavía platican con el lobo, como lo hacen pueblos originales que nunca han perdido la conexión que a nosotros nos arrebataron aquellos bárbaros invasores que se pensaron civilizados.

Un lobo caza para comer, para mantener el equilibrio natural y nosotros en las ciudades lo hacemos por avaricia, porque hay muchas maneras de matar el alma sin siquiera matar el cuerpo.

Matar el espíritu es un crimen imperdonable, sin embargo, muchos vivimos muertos en vida por no saber quien somos.

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