Los recortes globales a USAID amenazan con desatar una crisis evitable por enfermedades como la tuberculosis. Foto: Cortesía / Freepik
Ratna Jamni, un pakistaní de 40 años con tuberculosis resistente a medicamentos, arrastraba su cuerpo debilitado hasta una clínica tras perder el acceso a tratamientos domiciliarios financiados por USAID. Su relato, recogido por la Fundación Dopasi, encapsula el drama de millones: “Cada respiración se siente más pesada. No sé cuánto aguantaré”.
Su caso no es aislado. Tras los recortes de $200-250 millones anuales de USAID en enero de 2025, más de 11,000 pacientes adicionales murieron en dos meses, según la Stop TB Partnership, mientras las infecciones podrían aumentar hasta un 32% este año.
La tuberculosis, responsable de 1.25 millones de muertes en 2023, recobró el título de enfermedad infecciosa más letal tras ser desplazada temporalmente por el COVID-19. Los programas afectados por los recortes incluían desde diagnósticos en laboratorios mozambiqueños hasta clínicas móviles en Camboya, donde los casos detectados cayeron de 850 a 250 mensuales.
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En Nigeria, el 70% de las comunidades nómadas quedaron sin atención, y en Pakistán, se interrumpió el transporte de muestras de esputo, clave para detectar contagios.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó que 27 países enfrentan “fallas devastadoras” en sus respuestas, con nueve naciones sin acceso a medicamentos y cadenas de suministro colapsadas. Lucica Ditiu, de Stop TB Partnership, subrayó: “Sin diagnóstico temprano, la infección se propaga. Erradicar la TB para 2030 es ahora imposible”.
Los tratamientos interrumpidos no solo costaron vidas, sino que incubaron cepas más peligrosas. En Uganda, pacientes como una mujer que compartía dosis con su esposo —reduciendo su eficacia— ejemplifican el riesgo de tuberculosis multirresistente (MDR-TB), que requiere fármacos más tóxicos y costosos.
“Cada interrupción promueve resistencia. Es una bacteria prácticamente invencible”, advirtió Ditiu. En 2023, solo el 44% de los 400,000 casos de MDR-TB recibieron tratamiento, según la OMS.
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Mientras la TB resurgía en países pobres, Occidente no escapó a las consecuencias. En Estados Unidos, los casos alcanzaron 10,300 en 2024, el máximo desde 2011, con brotes como el de Kansas (147 casos y dos muertes).
San Diego reportó una tasa de 7.5 casos por 100,000 habitantes, el doble del promedio nacional, vinculada a poblaciones migrantes con infecciones latentes. En Europa, los casos infantiles aumentaron 10% en 2023, con 7,500 niños infectados, muchos en zonas afectadas por la guerra Rusia-Ucrania.